A las hermanas, cuando cambiamos de comunidad, como en general tenemos casas muy grandes, se nos hace difícil aprender dónde está guardada cada cosa. A veces pasan meses antes de tener todo elementalmente conocido. Y entonces una recurre a las que están desde hace más tiempo.
Este fin de semana, tuvimos gente en la casa de retiro -aquí también tenemos ese apostolado-, y como había una reunión en Montevideo y fueron varias para allí, nos pidieron a otras que las reemplazáramos en las tareas.
No es algo difícil, y además yo tenía ese cargo en Uruguay hasta hace muy poquito. Pero resultó bastante ajetreado por lo de arriba. Las que quedamos justo éramos todas recién llegadas:¡no se imaginan el tiempo que tardamos en encontrar un mantel!... ¡Y las servilletas de papel!... ¡Y las tapas de las ollas grandes!... ¿Y cuánto pan hay que pedir y dónde?...
Todo parecería obvio, pero cuando llega el momento de algo un poco distinto de lo que vamos haciendo del tiempito que llevamos aquí ¡te das cuenta que no sabés!
¡Indudablemente hay que pagar siempre derecho de piso! Pero lo hemos pasado -dentro de todo- con dignidad; y los del retiro se fueron contentos.