Ayer fui a lo de mi hermana que vive en Bella Vista,localidad mayoritariamente residencial, próxima a Buenos Aires Capital a unos cincuenta minutos de tren.
Voy cada tanto, es un viaje que muchos hacen todos los días para trabajar, pero esta vez fue bastante curioso.
En la estación antes de sacar boleto escuché que hacían un anuncio a los pasajeros pero no se entendía lo que decían. Pregunté a uno de los guardas y me lo explicó: Como están haciendo obras en un arroyo que se ve que pasa por el camino el tren, por dos días, no se puede circular; entonces te llevan hasta la estación Palomar, allí hay que bajarse, y en ómnibus a cargo de la empresa te trasladan a la siguiente donde te volvés a subir al tren que espera del otro lado de la obra y seguís tu camino.
Salvo el no entenderle a la señorita, todo parece bien organizado. Pero el ponerlo en ejecución resulta más complicado.
El tren va lleno, y todos deben trasladarse al otro lado de las vías donde te esperan una buena serie de colectivos –se necesitan muchos para tanta gente- cruzando por un puente peatonal, similar al de la foto, por donde están pasando también los que vienen del otro lado para la capital.
No parece precisamente muy sólido, y las escaleras son bastante empinadas. Ahí íbamos subiendo –o bajando- todos apretados, lo mismo chicos que grandes, mamás con bebes en los brazos, señoras con bastón y hasta un muchacho con muletas porque no tenía una pierna.
No era sencillo, mientras tanto yo tenía claro que si uno perdía pié y se iba abajo arrastraba a todos los demás porque no había forma de agarrarse. Y el armazón se movía. ¿Estaría hecho el puente para aguantar tanta carga al mismo tiempo?
Llegamos, al menos en mi viaje, todos bien a los colectivos. Por supuesto que los que teníamos asiento en el tren anterior quedamos de pie en lo que seguía del viaje, pero eso era lo de menos.
Los encargados de la maniobra, que te recibían al llegar a los ómnibus, tenían muy buen modo y estaban sonrientes. Pero realmente agradecí que nuestra gente en estos casos es muy paciente y pacífica, ya que uno que se hubiera puesto algo nervioso pondría en peligro a todos los demás.
A la vuelta, gracias a Dios, mi hermana me acercó a la estación de otra línea de tren.