
Todavía estamos todos con la tristeza del accidente del miércoles.
Pero lo que nos la ahonda, mucho más todavía, es el dolor de que haya ocurrido porque vivimos una época -en nuestro país al menos- en que, muchas veces, no nos hacemos responsables los unos de los otros.
Sucedió algo que estaba demasiado previsto, y hasta anunciado.
Y, además, lo que es peor, pareciera que una vez más no nos servirá de escarmiento, porque ya parece una completa ilusión pensar que no va a seguir todo igual.