A ver si lo puedo explicar:
Estaba pensando en algunas dificultades, errores, e incluso pecados –propios y ajenos- que tenemos a lo largo de la vida, y sin quererlo pasé a darme cuenta que a veces nos detenemos demasiado en ello. Si miramos más el todo vemos que sin embargo el edificio que se va construyendo es sólido, valioso y bello.
Es que detrás hay un ‘Arquitecto’ que sabe.
Pero fui más allá.
Esta imagen del edificio tiene su parte de verdad pero deja un fondo muy duro. La grandeza del todo resulta del conjunto pero también de la fijación de las pequeñas partes.
Y allí tuve que dar un salto.
La imagen ideal no es un edificio sino un paisaje.
¿Hay algo más bello y armónico que un lindo paisaje? Y en este caso, sus partes no están fijas o presas: Hay muchísima vida y –también, por supuesto- errores, daños, restos de lo que fue y ya no es.
Así y todo resulta la belleza.
Dios es mucho más que un gran arquitecto.
Y es él quien asegura la belleza final.
Total y final, sin prescindir de nuestra propia vida y libertad.
3 comentarios:
Amen.
Que hermoso post Josefina.
Saludos Santiagueños.
Creo que san Agustín dijo que Dios es lo que es por ser capaz de sacar bien del mal, hasta del más horrible pecado. Sabía lo que éramos polvo y espíritu, lo nuestro es poner lo poco que podemos....con su gracia.
Besos
Creo que lo puedo ver.
Creo que entiendo la imagen pero se me hace un poco raro el proceso porque precisamente yo lo primero que relaciono es Arquitecto con la naturaleza y los paisajes.
¿Pero no es más bello el cuerpo humano (lo que se ve y lo que funciona por dentro y no se ve) que un paisaje? Y es hecho por el mismo Arquitecto.
Publicar un comentario