Me ha pasado, más de una vez, encontrarme con personas que están pasando una etapa de dificultades serias y – cuando peso de éstas muchas veces te hace trastabillar- además sienten gran tristeza o desilusión por no poder caminar erguidas por la vida. Se sienten fracasadas.
Creo que es una equivocación:
Si alguien, por equis motivo, ha tenido que marchar por caminos escabrosos, con falta de agua, sin alimentos, y por fin llega a destino en un estado deplorable, no dudamos en alabarlo y admirarlo mucho más que si lo hubiera logrado cómodamente.
Y si es así en las situaciones materiales ¿cómo no será igual en las anímicas, exitenciales o vitales?¿Cómo vamos a pretender que haya que atravezarlas sin un rasguño, caída, rectificación y demás? Mas bien, las cicatrices del camino serán fuente, al llegar, de alegría y de certeza de mayor dignidad.
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Jesús resucitado no dudó en conservar, seguro que resplandecientes, sus heridas.
4 comentarios:
Excelente post Hna. Josefina. Muchas gracias.
Saludos Santiagueños
No debemos avergonzarnos por las heridas o el estado maltrecho, luego de una gran batalla espiritual o luego de ganarle a una enfermedad.
No debemos sentirnos inferiores ni humillados por la situación vivida.
Si logramos superarla, lo que cabe es hacer una gran fiesta y disfrutar el nuevo renacer.
Que buen muro, hermana.
Un abrazo.
Hace muy poco, un sacerdote me pregunta: como estás?...bien -respondo- lamiéndome las heridas....el sacerd.ote me dice entonces: tené cuidado que no se te infecten!
Me pareció oportuno comentarlo, porque generalmente no se ven las heridas infectadas del alma.
Ví que necesita voluntarias....me siento en deuda Hermana, pero en este período de vacaciones de mis compañeras de trabajo, no dispongo de mucho tiempo como para un compromiso asi, excepto que sea un sábado.
Buena semana Hermana
Es así, hermana, como usted dice: nos gusta tenerlo todo controlado, dominado, y cuando las cosas fallan (salud, dinero, trabajo) nos invade la tristeza, nos molesta ver nuestra debilidad.
Es buena la comparación entre lo material y lo espiritual, no sé lo que nos humilla más cuando lo perdemos.
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