Le estuvieron contando de Jesús. Que
lo pusieron en la cruz, lo coronaron con espinas, y cuánto había sufrido por salvarnos.
Parece que en su casa a un Cristo muy bonito que tienen ,
con corona de espinas y rayos de plata, un día le desaparecieron.
Por fin le preguntaron a
Miguelito, y dijo que él se las había quitado. Porque dolían (¡!).
-¿Y dónde las pusiste?
-¡Lo tiré a la basura!
5 comentarios:
¡AY! qué ternura de niño, Josefina. Si lo tengo al lado me lo como hasta con zapatos.
Chiquito precioso, él; ¡cómo estará de feliz el Señor al ver su acción!
Besos, Josefina querida. No te olvido.
que frescura, yo nunca me atrevi a hacerlo...., si lo pensaba...
Tal cual.
Pero imaginen también sus padres: que un Cristo antiguo y probablemente herencia familiar -no sé muy bien los detalles pero lo sospecho- se haya quedado sin su corona y rayos...
¡Por una razón bien valedera, es verdad!
También creo que hizo muy bien Miguelito.
Muero de amor por Miguelito!!!!!!!!!!!!
Publicar un comentario