
Prácticamente, hace la misma vida que todas nosotras. Es verdad que oye bastante poco –y esto le hace más difícil la integración en los momentos de reunión con varias personas- pero no por eso se rinde. ¡Al contrario! No se pierde nada.
Ahora también le cuesta bastante caminar; pero mientras a otras, que son más jóvenes –siempre hablo arriba de los 85 o 90-, nos fijamos de ayudarles ofreciéndoles nuestro brazo para ir de un lado a otro, sabemos que a Angélica le gusta hacerlo sola.
No se pierde acto común ni programa; contamos con ella en todas las ocasiones: hasta sigue haciendo ‘adoración nocturna’ –los primeros viernes, las hermanas y algunos laicos, nos turnamos de hora en hora, y así tenemos a Jesús en la Eucaristía expuesto en el altar toda la noche con las puertas de la iglesia abiertas a la calle, para invitar a adorar a quien quiera- como cualquiera de nosotras (sólo que no la dejamos sola, sino que en ese turno hay otra hermana); y hoy –por supuesto- salió con todas a hacer un tour por Buenos Aires, en Combi, como cierre de vacaciones.
Después del paseo llegó a la adoración. Venía con su bastón caminando despacito. ¡Esas cosas cansan hasta con menos años!, pero igual no falló.
Yo, que estaba rezando, la veía avanzar; de a poquito pero sin dudar... como avanza en la vida, desde hace tanto tiempo. ¡Cuánto ha cambiado todo! ¿Se imaginan desde 1904 hasta hoy?... Y la Hna. Angélica no afloja. Sigue adelante. Siempre fiel, y también, siempre contenta y entregada del todo, como si todo fuera muy fácil y sencillo.