jueves, febrero 09, 2006

Libro de Quejas

Hoy fui a pagar, como todos los meses, la cuota sindical de los empleados de nuestra casa al Banco Nación. Como el sindicato es en Once, me queda de paso ir a la sucursal que queda frente a la plaza. Creo que, de los distintos bancos de esta ciudad, el Nación es el que tiene peor atención al público. No voy a decir que los otros sean muy buenos, pero la diferencia es notable.
Tiene, como en muchos otros, una cola para los que son de cuenta corriente y plazos fijos, otra segunda para jubilados, y la tercera para la ‘churripandilla’ (todos los demás que necesitamos hacer alguna otra cosa: impuestos, pagos de servicios, y demás). Al llegar, ya el impacto fue grande: esta vez la cola era el triple más larga que siempre; y, si suele haber diferencia entre una cola y otra –y la nuestra la más larga, por supuesto-, hoy éramos cerca de cinco veces más que los de la cola de clientes especiales.
En la cajas, tres cajeros, uno para los jubilados, otro para los de cuenta corriente y otro para nosotros. ¡Con razón!. Pero la cosa no terminó allí, sino que cuando, gracias a Dios, se acercó otro cajero, ¡resultó venía de segundo para los de cuentas corrientes!
Imaginen la batahola que se armó.
Me acerqué al gerente a preguntarle si era un problema ocasional o si estaba la cosa así todo el día, y el mes. Me respondió esto último, porque tenían gente de vacaciones, y –al ver mi hábito, pienso que como humorada- me aconsejó que lo único que podía hacer era rezar.
Volví a mi sitio otro ratito, y entonces decidí ir a pedir el Libro de Quejas. Para así, de paso, utilizar solidariamente el tiempo que se me imponía de espera. Por supuesto que los chiflidos y gritos se repetían cada vez que el segundo cajero llamaba a alguien de cuenta corriente (ahora alternaba con nuestra cola).
Todo esto lo cuento por poner en el blog una escena que debe ser archi-conocida por los lectores bonaerenses. Pero también porque me dejó pensando: De los -tal vez ciento cincuenta- que estábamos en la cola, pienso que me habrán seguido, pidiendo el libro de quejas, unos seis o siete.
¡Ah! Y creo que todas mujeres.
Dicen que no le hacen caso...
Si esta mañana hubiésemos ido todos a pedirlo, seguro que le harían caso...
(Entre paréntesis, alguno estaría pensando que se les había aparecido una ‘monja piquetera’)

4 comentarios:

Juan Ignacio dijo...

¡Ja!

Anónimo dijo...

Creo que si los ciento cincuenta se hubieran quejado, contigo y cada día que ocurre ... tambien se quejaran. Nadie haría nada por remediarlo.
Asi es el banco Nación, el frances, la dgi,... etc.
Yo hace más de 20 años que utilizo los libros de quejas... y los modos que indican las leyes, las normas para pedir lo que corresponde...
Creo que es una cuestión cultural.
Ya nos hemos acostumbrado a tratarnos asi... y a que nos traten asi.
Nada, más de lo mismo.
Igual continuare utilizando el libro de quejas.
Vivian

Claudia Landini dijo...

entonces ni se te ocurra renovar algun documento, como a mi m toca el de mis hijos, probablemente para el primer viaje a la luna de pasajeros consigamos el documento.

Anónimo dijo...
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