Estamos llegando al final de un cursito de caracterología –el primero que doy en Buenos Aires- que me pidieron algunas voluntarias del Comedor.
A ellas les encanta; pero hoy me daba cuenta lo bien que me hace también a mí.
Al principio no tanto, porque hay que empezar de cero, pero a medida que pasan los encuentros cada vez se hacen más participativos y con casos concretos: las preguntas son mejores, pensás en rasgos de personas que conocés, y cosas por el estilo.
Por eso, uno se va comprometiendo más en el intento de comprender a los demás –muchas veces alguien con nombre y apellido y no un ser ideal-, de reconocer su propio modo de ser, de respetar al distinto. Y así –sin querer- se te va ablandando el corazón que a veces tenemos bastante rígido.
Y en todo esto, la que más gana soy yo, porque tengo algo más trabajado el tema y un poquito más claras las cosas.
Así que, como pasa casi siempre, un servicio al otro se convierte en un gran beneficio personal.
Madre Nuestra
Hace 12 años.
5 comentarios:
Qué buen si te sirve para entender a esa gente "que no podemos entender".
¿El riesgo por la inversa no es prejuzgar un poco?
Es una de las cosas que insistimos en el curso: no etiquetar.
Pero además lo que vemos son rasgos de carácter, que nunca tienen connotación moral. Después uno puede usarlos para bien o para mal.
Gracias por la aclaración, es muy buena.
Y me reitero pero creo que uno de los desafíos del cristiano es entender a "ese que no bancamos", a ese "que no podemos entender"; así que si esto sirve para entender al otro me parece muy bueno.
Puede servir bastante, lo que pasa que además de entender hay que comprender afectivamente ¿no? Pero sí sirve.
Hna Josefina, ya ves que estoy algo apartadita del blog, últimamente he tenido pequeños problemillas y no me veía animada a escribir nada.
No por eso olvido a los buenos amigos-as.
Un gran abrazo y buen fin de semana.
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