Hoy nos recordaban que, antes de la Edad Media en que surgen los primeros hospitales, como sitios de acogida para enfermos, pobres y ancianos, éstos en general estaban –en sus necesidades- librados a su suerte.
A los que eran contagiosos los separaban. Y los otros, si estaban solos, les quedaba dedicarse a la mendicidad.
Me quedé pensando...
Lo que hoy -a algunos no, desgraciadamente- nos resulta escandaloso porque sigue sucediendo, era modo de vida normal en otros tiempos. Les acontecía, indefectiblemente, a personas tan dignas como cuaquiera de nosotros, durante muchos siglos. Y, pensándolo mejor, también pasa lo mismo –hoy- en otros lugares del mundo.
A veces nuestros horizontes son muy pequeños: se limitan a nuestro acotado entorno de espacio y tiempo.
A veces se nos ensancha un poquito la mirada. Para ponderar, valorar, tal vez sentirse responsable... y, también, agradecido.
A los que eran contagiosos los separaban. Y los otros, si estaban solos, les quedaba dedicarse a la mendicidad.
Me quedé pensando...
Lo que hoy -a algunos no, desgraciadamente- nos resulta escandaloso porque sigue sucediendo, era modo de vida normal en otros tiempos. Les acontecía, indefectiblemente, a personas tan dignas como cuaquiera de nosotros, durante muchos siglos. Y, pensándolo mejor, también pasa lo mismo –hoy- en otros lugares del mundo.
A veces nuestros horizontes son muy pequeños: se limitan a nuestro acotado entorno de espacio y tiempo.
A veces se nos ensancha un poquito la mirada. Para ponderar, valorar, tal vez sentirse responsable... y, también, agradecido.
4 comentarios:
Hola me quedo con una frase...:" a veces nuestros horizontes, son demasiado acotados..."
Va un abrazo,
Vivian
Querida Hermana Josefína:
Las cosas se suelen ver entender mejor por el contraste. Aunque está lejos de ser un mundo justo, Europa ha erradicado ya de sí la miseria (acaso a costa de la miseria de otros países). Por eso cuando vuelvo a la Argentina creo estar dando un tour por el Medioevo, o un paseo por aquella Londres miserable de Dickens, una Londres que hace mucho que ha dejado de existir.
Por desgracia, en Argentina solo he conocido una práctica cristiana hipócrita, desde “el seno de la familia” hasta la educación religiosa que recibí en los “colegios de curas”. No he visto más que un regocijo morboso por ayudar a los pobres, una beneficencia sin benevolencia, hecha más que con el corazón, con los pies y con las sobras. Alguna vez he dicho que si los pobres no existiesen, los cristianos (aquellos, desde luego) los inventarían. La miseria no puede ser la materia prima del bien, la miseria debe ser erradicada del mundo. Se puede, pero pocos lo quieren.
Josefina, espero que no te enojen estas reflexiones de un ateo y de izquierdas, que más allá de toda política aprecia las buenas intenciones (que mucho escasean) como la tuya, y trata de poner esa pizca de contraste a las ideas de los que quieren practicar el cristianismo con honestidad.
Arturo, por supuesto que no me enoja nada; pero tampoco coincido, para nada, con vos en lo de "haber conocido una práctica cristiana hipócrita" -y lo que seguís poniendo en tus líneas bastante, por no decir demasiado, duras por cierto- en el seno de tu familia ni tampoco, desde ya, en la mía. ¿No estarás exagerando con el correr de la pluma (o de la mano en el teclado) para lograr el contraste que buscás?...
Hermana Josefina:
Si, es muy cierto, soy un exagerado, y caigo muy seguido en el fantismo que critico a los demás, y soy por todo ello bastante injusto. Pero si pienso en mis padres sigo sosteniendo que sus prácticas religiosas eran hipócritas, pero no dudo que más por ingenuidad que por malicia. Mi padre era vicentino, y se le hacía miel la boca hablando de las ayudas que hacía los pobres, pero cuando hablaba del conjunto de los pobres -piensa que nacimos en plena etapa peronista-, ante toda propuesta de procurar una vida digna a quienes tenían a ella impedido el acceso, acaso sin darse cuenta destilaba un odio de clase que se deleitaba en ver, de la gente sin cultura, sus manifestaciones de incultura propias de la ignorancia, y en Perón lo peor. No soy peronista, pero por otras razones, porque Perón, no se si por verdadera vocación, trajo entre la gente miserable una serie de mejoras que indudablemene cambiaron nuestra sociedad, tanto en bien como en mal. Pero eso es harina de otro saco.
Y de tu familia -de quien guardo un amoroso recuerdo, y aún recuerdo bien a tu padre que murio cuando éramos muy pequeños- no he de decir nada más que a tu madre y a tu tía Jose de chico les tenía pánico, pero por su severidad no por otra cosa, panico que se fue transformando en un gran cariño en la medida en que crecía.
Josefina, sabes bien que escribo en tu blog no para lidiar, sino porque creo que en las religiones y en los fieles de hoy en día hay demasiadas cosas que mejorar -aún en esa suerte de religones que se hace de las ideas políticas-, y el miedo y la comodidad nos hace a las personas tirarnos siempre a poco.
Los que tanto nos ilusionamos con Juan XXIII nos vimos hondamente defraudados con el papa polaco, pero claro, los que estamos fuera de la iglesia.
Un abrazo
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