Algunas personas –entre las que me anoto- tenemos, tal vez por modo de ser, la necesidad de proponernos en la vida grandes cosas; que son las que dan sentido a nuestra existencia.
Pero puede suceder -o sucede, o suele suceder-, que si por alguna circunstancia, propia o ajena, eso no puede alcanzarse, a veces nos ‘pinchamos mucho’, por no decir ‘demasiado’.
Me parece... que nos puede ayudar el caer en la cuenta, y tratar de alimentar esa certeza, de la verdadera grandeza que hay en las pequeñas cosas cotidianas.
Porque, de ese modo, viviremos mejor: satisfaciendo (relativamente, porque no hay nada absoluto en esta tierra) nuestro deseo natural de lo grande, sin saltearnos por eso -sino al contrario, poniendo el corazón en ello- lo que nos toque en el vivir día a día.
Creo –si no, que alguno me corrija en los comentarios- que esto es lo que Tomás de Aquino llama “magnanimidad”.
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Para los que creemos en Él, no nos olvidemos que Jesús vivió 30 de sus 33 años haciendo una vida totalmente ordinaria. Y no podemos negar que fueron años realmente importantes.
Madre Nuestra
Hace 12 años.
4 comentarios:
Sí, pienso así, aunque a veces me digo si no me estaré "resignando".
Pero treinta, y tres. Buenísimo. No me quedaré sólo con los treinta. También están los tres. Treinta, y tres.
Muy buen y acertado comentario. Si nos pasamos la vida pensando en alcanzar sólo lo grande pues nos enfermariamos de la frustración. Eso le digo a mi esposo que es perfeccionista, no deja ni un hilo suelto, (eso está bien, pero dentro de un justo equilibrio) y termina stressado y mal humorado. Calma y ánimo, sólo me queda decirle...
Hola!
Coincido con Juan Ignacio... No me quedaré solo con los treinta, sino con los treinta y los tres...
Va un abrazo,
Vivian María
Saludos Hermana. Gracias por su visita del otro día y por sus amables palabras. Es una alegria tener noticias suyas.
SALUDOS!!!!!
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