sábado, septiembre 22, 2007

Sobre Teresa de Calcuta


Es sólo mi opinión, que al final no es nada más que eso, una opinión:
Podría asegurar que, en el mundo, hasta en los lugares más pequeños y desconocidos, Dios sabe, debe de haber muchas personas parecidas a Teresa de Calcuta, en su época de Calcuta... Y hasta es muy posible, que cada uno de nosotros -si nos ponemos a recordar- hayamos conocido alguna a lo largo de nuestra vida.
(Con esto no quiero bajarla a Teresa, sino al contrario. Siempre pienso cuántos grandes santos habrá que nunca serán canonizados)
Pero lo que me impresiona realmente mucho, de la santidad de Teresa -y me pasa lo mismo con Juan Pablo II-, es cómo pudo mantenerse en su último tiempo: ¡Qué difícil debe ser seguir en serio ese camino cuando uno, en vida, es ya casi 'un mito', cuando se es tan famoso, tan 'mediático'!

2 comentarios:

Miguelo, sc dijo...

A mí me gusta pensar en los santos como seres de carne y hueso, con las mismas dudas, los mismos defectos, las mismas vacilaciones que el resto de los mortales. Eso sí, deben ser extraordinarios en el amor a pesar de sus debilidades e incluso, fracasos.

Incluso me gustaría que la Iglesia algún día canonizara a alguien que fuera muy conocido o cercano, del que supieramos perfectamente cuáles son sus defectos. Creo que si a todos tuvieramos a alguien cercano canonizado nos sería más fácil entender precisamente que la llamada a la santidad es para todos y no sólo para unas personas especiales tocadas con un extraño don, como se nos suelen presentar en la gran mayoría de hagiografías de estos santos.

Aunque ya ves, los mismos conciudadanos de Jesús en Nazaret no supieron reconocer al Santo con mayúsculas en aquel chaval que era el hijo del carpintero...

Gracias por su blog y su sencillez, Hna. Josefina.

Armando Vallejo Waigand dijo...

Es verdad. ¡Qué difícil debe ser seguir siendo 'santos' bajo la luz de los focos! Eso les hace mayor ejemplo aún, si cabe. Solemos decir que la popularidad, el poder corrompen. Pues no pudieron con ellos, como con Jesús, que sin duda, también las tuvo, tal y como nos narran las Escrituras.