En la liturgia de hoy el evangelio es -
Juan,4,1-42- el encuentro de Jesús con la samaritana. En la homilia el sacerdote hizo una observación que me pareció clave:
En el diálogo que entablan Jesús y la samaritana, sucede como si hablasen en dos canales paralelos que no se juntan. Hasta que el verdadero encuentro se produce, cuando él le dice que ha dicho verdad porque tuvo cinco maridos y el actual no es su marido, y ella le contesta: "Señor, veo que eres un profeta".
Aquí el sacerdote aclaró:
El verdadero encuentro y diálogo se produce cuando, ante el sinceramiento de su vida que Jesús le pide, la samaritana no lo toma como una agresión sino como signo del amor de Dios.¡Cuántas veces nos pasa eso! Porque no nos animamos a mirar más hondo y con mirada sincera, cómo vamos haciendo nuestra vida cotidiana, nos trabamos en el verdadero encuentro con Dios y con los hermanos.
Y creo que la razón de nuestro miedo es que creemos que, si nos sinceramos, nos van a agredir o despreciar o, por lo menos, nos van a querer menos.
Y la verdad es que con Dios nunca ocurre eso:
Él nos ama del todo como somos (
Rm, 5,7-8). Y si trata de que nos veamos como somos es para que nosotros también nos valoremos, que es el comienzo necesario de todo intento de mejorar.