"El Señor se volvió y miró a Pedro; éste recordó lo que le había dicho el Señor: antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. Salió fuera y lloró amargamente" (Lucas 22, 61-62)"Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con Él, cantaba sus alabanzas, le daba gracias...
Pero siempre tuve la incómoda sensación de que Él deseaba que le mirara a los ojos..., cosa que yo no hacía.Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada cuando sentía que Él me estaba mirando.
Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que Él deseaba de mí.
Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré. No vi en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: 'Te quiero'. Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: 'Te quiero'.
Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré"
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(Toni de Mello. "El canto del pájaro")